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Durero y la Propiedad Intelectual
Artículos | 07 DIC 2023 Por Valeria Correa

Por siglos, los artistas no firmaban sus obras ni eran reconocidos por ellas, pero esto comenzó a cambiar en el Renacimiento. En el siglo XVI aún era extraño firmar las obras, pero el estilo de cada maestro habla por sí mismo y sus nombres se volvían cada vez más conocidos.

El artista alemán, Alberto Durero, fue uno de esos artistas que hacían la diferencia, no solo destacando entre sus contemporáneos a lo largo del continente, pero también por el hecho de que él sí firmaba sus obras. En estas, se aseguraba de poner una “AD” representando sus iniciales, con un diseño que él mismo hizo con el fin de marcar sus obras.

Sin embargo, con la fama, también aparecen los imitadores y Durero tuvo uno. No era extraño en ese entonces que artistas hicieran reproducciones de las obras de otros, pero la distribución de dichas reproducciones como si fuesen originales fue algo que el alemán no pudo dejar pasar. No solo eran copias de su trabajo, su firma también fue copiada y aparecía en cada copia que era vendida a precios mucho más bajos que las obras originales de Durero.

Su resolución fue llevar a juicio a su imitador, Marcantonio Raimondi. El enfrentamiento tuvo lugar en el Senado de Venecia en el año 1511 y en términos actuales, resulto ser un juicio por propiedad intelectual.

Raimondi vendía obras de Durero que también estaban firmadas, por lo que la gente no podía distinguir cuales eran de él y cuáles no. Obviamente, esto afectó en cierto grado la carrera del alemán y con esos argumentos, ganó el juicio. Finalmente, la resolución quedó en que Raimondi no podía seguir usando la marca distintiva – o bien, la firma – de Durero para vender obras, pero las réplicas estaban permitidas. El artista alemán quedó satisfecho con esto ya que sus obras originales volverían a ser identificables.

La visión que tuvo Durero para identificar la importancia que tenía su nombre, su firma y su propiedad intelectual no cesa de sorprendernos hoy en día, porque supo tomar acción para proteger su obra en una época en la que las firmas eran poco comunes y los conceptos de “propiedad intelectual” o “derechos de autor” no se habían discutido jamás, mucho menos se habían realizado normas para legislarlos.

Actualmente es difícil imaginar las magnitudes del caos que habría sin los derechos de autor y las normas de propiedad intelectual, sobre todo porque podríamos considerar al plagio tan antiguo como la creatividad misma.


Fuente: ars Magazine

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